domingo, 7 de octubre de 2012


En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

- Roberto Bolaño -


Eme me manda este poema de Bolaño. Dice que puede que me sienta identificada. Lo leo y releo para intentar captar la mayor cantidad de matices. Al despertar, al acostarme. Sin embargo, siempre acabo con la misma sensación. Bolaño creció y olvidó, dejó atrás las imágenes del dolor y del laberinto. Bolaño abandonó a los perros románticos. Y yo me pregunto, si el tiempo me condenará a mí también. Si esto perderá el sentido o, más bien, si yo dejaré que se pudra hasta que, ya maloliente, no quiera volver a saber de él. Ahora me refugio en mi locura joven y desbocada. Pero no sin miedo a cometer el crimen de ahogarla en un mar de necesidades mundanas.  

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