viernes, 10 de agosto de 2012



Tengo, tengo, tengo,
tú no tienes nada, 
tengo tres ovejas en una cabaña.

Irónicamente me ha venido esa canción a la cabeza.
Y sí sé porqué.

Pepito me mira inquietante mientras devoro helado, mientras trago tanta coca cola light como para mantenerme despierta cuatro días seguidos. Consumo todo lo que me rodea, incluso aunque no me guste. Mi estómago dice basta. Mi cerebro dice basta. Pero la angustia grita más fuerte, más alto que ninguno de ellos. Pepito se aburre de verme comer. Y yo me lamento de que comer ya no sea un placer. Nada lo es.

Quiero volver y sentir que soy .

1 comentario:

  1. Esta forma de escribir, de este párrafo concreto me ha recordado a Elisabeth Wurtzel en su Nación Prozac.
    Cuando nada es un placer, hay que gritar más alto, hacer que estallen los tímpanos, que escueza la garganta. Sino, uno pasa de ser lo que era, a ser un bosquejo en blanco y negro, con borrones. Y tú no puedes ser un borrón, estás hecha para más.

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