martes, 14 de agosto de 2012



 

¿Se puede estar muerta aún siendo más consciente que nunca de la propia respiración? Abro la boca para inhalar aire. Hago esfuerzos para que el oxígeno llegue a mis pulmones – unos pulmones que intento destrozar con cada calada mal dada. Sé que no está bien. Sé que no estoy bien. Pero simplemente me siento y observo cómo la cortina se mueve siguiendo una pauta perfecta marcada por el viento. Mientras, todo explota a kilómetros de aquí. Y yo sigo muerta, con los ojos secos y los pies sucios de andar descalza. Mi piel se agrieta, pero no veo la sangre, no siento la sangre. ¿Seguiré viva? – me pregunto. Qué más da, si aquí sólo sobrevivo durmiendo lo justo y bebiendo en exceso.

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