Sentía que no controlaba su cuerpo.
Podía pasarse días sin comer, ni beber una sola gota de agua.
Otros, en cambio, devoraba todo a su alrededor. A veces notaba cómo
el espacio entre sus piernas le pedía acción en el autobús. Aun
sin tener a nadie que le hiciera palpitar lo más mínimo. Hablaba
con todos, pero no decía nada. Escuchaba y asentía. Reía cuando
estaba estipulado y cuando no, también. La poliglotía se le estaba
haciendo dura. Aunque no más que encauzar un monólogo consigo
misma. En su cabeza se entrecruzaban conversaciones en distintos
idiomas: las que habían tenido lugar, las que sabía que llegarían
y aquéllas que sólo eran fruto de su imaginación. Saltaba de un
vocablo a otro hasta que éstos dejaban de tener sentido. Frena. Mira
a su alrededor y cruza una sonrisa con alguien. Pero al segundo se
apaga. Como cada día cuando cae el sol a las cinco de la tarde.
Entonces piensa en absurdeces como que va a tener deficiencias por
falta de vitamina D o en que esta mañana se llamó a sí misma
estúpida delante de su profesor. Se irá a la cama prometiéndose
cambiar, como tantas otras noches, sabiendo que mañana volverá a
dejarse guiar por lo que le pida el cuerpo, o por lo que le permita
hacer. Suspira. Y se limita ahogar su propia decepción en el humo
ante la falta de recursos.
miércoles, 31 de octubre de 2012
Ni siento el hambre.
Ni siento tu aliento.
Ni siento no sentir.
La niebla acecha tras la ventana.
Es espesa,
mucho.
Quiero diluirme en ella.
Que el vapor se adueñe de mi cuerpo.
Y evadirme así en la nada.
Un espacio mental alejado del bien y del
mal.
Ataraxia –
Schopenhauer.
No puedo dejar de pensar.
No puedo dejar de sentir,
que no siento nada.
martes, 30 de octubre de 2012
Me doy cuenta que al escribir tengo la
manía de abusar de la conjunción Y.
Puede que se deba a mi estúpida
obsesión por darle conexión a los acontecimientos de mi vida, a mis
pensamientos. Aunque normalmente sean tan dispares que ni la fuerza Y
es capaz de establecer un nexo de unión.
También abuso de los espacios en
blanco.
Dan tiempo para pensar.
Quizás demasiado.
Pero permiten respirar.
Por favor, un poco de distancia
virtual,
porque la geográfica es más que
evidente.
Es posible que mañana cambie de
parecer. Si es así, lo enlazaré con un Y.
Y seguiré como si nada, como cada día,
o cada no-día.
sábado, 27 de octubre de 2012
miércoles, 24 de octubre de 2012
Hannah siempre estropea todo lo bueno que pasa en su vida. También lo malo. El miedo es una constante en su vida. La veo a través de la pantalla. Observo cada paso mal dado. Sin embargo, no puedo dejar de sentir cierta simpatía por ella. Incluso aunque joda a los que más la quieren, aunque piense que yo nunca haría eso. Porque tampoco es cierto. Quizás porque yo también tambaleo cada vez que doy un paso, sea éste al frente, a un lado o hacia atrás. Como si bailara la macarena siempre a destiempo, importándome una mierda seguir el ritmo de la música. Me gusta estar perdida, aunque eso signifique un gran desgaste emocional. A veces me despierto aferrándome a todo lo bueno que tengo, otras, sin embargo, lo saboteo. Puede que sea mi forma de valorar las cosas. Saber que son tan frágiles, que puede explotar todo en cualquier momento. Y entonces sentir que no tengo nada y que todo carece de sentido.
domingo, 21 de octubre de 2012
How these papers have been placed in sequence will be made
clear in the reading of them. All needless matters have been eliminated,
so that a history almost at variance with the possibilities of latter-day
belief may stand forth as simple fact. There is throughout no
statement of past events wherein memory may err, for
all the records chosen are exactly contemporary, given from the standpoints
and within the range of knowledge of those who made them.
Me advierte Drácula al abrir su novela.
La memoria del pasado puede llevar a errar al lector.
Y al escritor.
martes, 16 de octubre de 2012
El número 22 no me gusta demasiado. Me parece anodino. Igual que la rutina. Esa obligación de celebrar el día de tu nacimiento es algo absurda. Más cuando celebrar la vida contrasta con los que aplauden la muerte. Con los que esperan sentados a que la oscuridad se cierna sobre ellos - con la ilusión de que la nada se adueñe de su mente. Pero el ser humano tiene es estúpido afán instintivo por vivir, o, más bien, por sobrevivir. No dejamos de ser animales. Hasta ahí llega mi reflexión. Poco después me sorprendo pensando un 16 de octubre en cómo la muerte de alguien facilitaría ciertas cosas. Y me siento mala persona. Esa sensación se evapora momentáneamente cuando hablo con ellos a través de una pantalla mínima, que no me deja tocarlos, pero que me transporta en el espacio a pesar de la distancia. Las voces de entrecortan, los gestos se pixelan. Jugamos a hacer mímica. Y río y ríen. Y pienso que también podría sentirme así un 17 de octubre. Entonces recuerdo porqué yo también me esfuerzo por sobrevivir.
Cumplir años está sobrevalorado.
jueves, 11 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
En
aquel tiempo yo tenía veinte años
y
estaba loco.
Había
perdido un país
pero
había ganado un sueño.
Y
si tenía ese sueño
lo
demás no importaba.
Ni
trabajar ni rezar
ni
estudiar en la madrugada
junto
a los perros románticos.
Y
el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una
habitación de madera,
en
penumbras,
en
uno de los pulmones del trópico.
Y
a veces me volvía dentro de mí
y
visitaba el sueño: estatua eternizada
en
pensamientos líquidos,
un
gusano blanco retorciéndose
en
el amor.
Un
amor desbocado.
Un
sueño dentro de otro sueño.
Y
la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás
atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y
olvidarás.
Pero
en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy
aquí, dije, con los perros románticos
y
aquí me voy a quedar.
- Roberto Bolaño -
Eme me manda este poema de Bolaño.
Dice que puede que me sienta identificada. Lo leo y releo para
intentar captar la mayor cantidad de matices. Al despertar, al acostarme. Sin embargo, siempre acabo con la misma
sensación. Bolaño creció y olvidó, dejó atrás las imágenes del
dolor y del laberinto. Bolaño abandonó a los perros románticos. Y yo me pregunto, si el tiempo me condenará a mí
también. Si esto perderá el sentido o, más bien, si yo dejaré que
se pudra hasta que, ya maloliente, no quiera volver a saber de él.
Ahora me refugio en mi locura joven y desbocada. Pero no sin miedo a
cometer el crimen de ahogarla en un mar de necesidades mundanas.
sábado, 6 de octubre de 2012
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